
Las cooperativas que propone Morena para reactivar la economía desde abajo
Por Bruno Cortés
En medio del ajetreo legislativo y los debates que muchas veces suenan lejanos para la mayoría de la gente, hay ideas que, aunque parezcan pequeñas, pueden tener un gran impacto en la vida diaria. Así lo planteó la diputada Alma Rosa de la Vega Vargas, del partido Morena, durante una reunión dedicada al fomento del cooperativismo entre personas en situación de vulnerabilidad. Y aunque suene técnico, lo que propuso es más sencillo —y poderoso— de lo que parece: que la salida económica puede estar justo en donde vivimos, en lo que producimos entre vecinos, en el comercio justo, en ayudarnos entre nosotros.
De la Vega no está inventando el hilo negro. Recordó que desde 2004 se han impulsado cooperativas locales que funcionaron muy bien, precisamente porque se pensaron desde el terreno, con la gente de la comunidad, haciendo que empresas locales consumieran lo que producían esas cooperativas. Esto no solo generó ingresos, sino que fortaleció el sentido de pertenencia y la colaboración entre personas que, muchas veces, ni se conocían aunque vivieran en la misma colonia.
Lo interesante de este modelo, explicó la legisladora, es que no depende de un “gran rescate” económico desde arriba, sino que pone a trabajar los recursos y talentos que ya existen en las comunidades. Y por si fuera poco, el Gobierno Federal también echa la mano con incentivos. Por ejemplo, hay cooperativas de consumo que están exentas de pagar el Impuesto Sobre la Renta (ISR), lo que significa más recursos que se quedan entre los socios.
Pero quizá lo más importante, y aquí es donde este modelo cobra verdadera fuerza, es que en una cooperativa no hay jefes tradicionales ni empleados como en una empresa común. Aquí todos son dueños, y eso cambia por completo la lógica de trabajo. No se trata solo de “cumplir con el horario”, sino de asumir un compromiso compartido. Como dijo la diputada: el cooperativismo obliga a ser responsables, a rendir cuentas y a pensar en el bien colectivo, algo que, después de la pandemia, cobra más sentido que nunca.
Porque si algo dejó claro la crisis sanitaria, es que lo local importa. Aprendimos que no siempre necesitamos productos que vienen de lejos, que hay calidad en lo que se hace en nuestra comunidad, y que al comprarle al vecino no solo apoyamos su negocio, sino que fortalecemos un círculo virtuoso donde todos ganamos. De la Vega fue clara: si dejamos de ver solo hacia afuera y empezamos a ver qué se produce y se ofrece en nuestro entorno, reducimos la contaminación, reactivamos la economía y, de paso, fortalecemos el tejido social.
Así que sí, el mensaje puede sonar sencillo, pero tiene fuerza: organizarse, confiar en el otro, producir localmente y consumir con conciencia. Las cooperativas no son solo un modelo económico, sino una forma distinta de entender cómo salir adelante. Y en tiempos de incertidumbre económica, puede que la mejor apuesta no esté en el centro financiero… sino en tu propia cuadra.
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