
Comida que hoy se tira, mañana podría alimentar a millones
Por Bruno Cortés
En México, mientras millones de personas pasan hambre todos los días, toneladas de comida terminan en la basura. No porque estén en mal estado, sino porque tienen una etiqueta mal puesta, una forma “fea” o están a punto de caducar. Una escena tan absurda como dolorosa, pero que podría estar por cambiar si prospera una propuesta que se cocina en la Cámara de Diputados.
Ricardo Astudillo Suárez, diputado del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), está empujando una reforma al artículo 32 de la Ley General de la Alimentación Adecuada y Sostenible. ¿Qué quiere? Que cualquier persona, empresa u organización que tenga alimentos no comercializables —pero aún seguros para el consumo humano— pueda donarlos legalmente, sin enredos legales, a quienes más lo necesitan.
La idea es simple y poderosa: si un producto ya no se puede vender, pero todavía es comestible, no debería acabar en el basurero. Debería acabar en un plato. Esto incluye alimentos con empaques dañados, frutas y verduras con “mal aspecto”, o productos con fecha de vencimiento cercana, siempre que pasen los filtros de seguridad alimentaria.
Para que esto funcione, Astudillo propone crear el artículo 32 Bis, que básicamente abre la puerta a que cadenas comerciales, distribuidores y productores se sumen a esta donación sin riesgo de sanciones, pero bajo reglas claras. ¿Quién puede recibir? Bancos de alimentos y organizaciones legalmente constituidas, que tengan cómo guardar, transportar y entregar los alimentos sin poner en riesgo la salud de nadie.
¿Por qué importa tanto? Según datos que el propio diputado presentó, en México se desperdician 20.4 millones de toneladas de comida al año. Eso alcanzaría para alimentar a 25 millones de personas. A la vez, 7.4 millones de mexicanos viven en pobreza extrema y con hambre. El contraste es brutal.
Además, el desperdicio no solo es socialmente injusto: también es ecológicamente insostenible. Tirar comida significa tirar agua, energía, trabajo humano, transporte y tierra agrícola. Es un círculo vicioso que contribuye al cambio climático y al uso irracional de recursos. Por eso, esta reforma también apunta a que México cumpla con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, específicamente el que busca reducir a la mitad el desperdicio de alimentos.
Y ojo: esto no solo es bueno para las personas que reciben comida. También es una ventaja para las empresas que deciden donar. Podrían reducir costos en manejo de desechos y obtener beneficios fiscales por donar en lugar de tirar.
En el fondo, lo que se está proponiendo es que el derecho a una alimentación adecuada, que ya está en la Constitución, se vuelva una realidad más tangible. Que el país deje de desperdiciar comida por razones absurdas y, en cambio, aproveche cada bocado que pueda salvar una vida.
Si esta reforma avanza, México podría dar un paso enorme hacia una sociedad más justa y más consciente del impacto de lo que consume… y de lo que tira. Porque al final del día, como dice el dicho, “lo que para uno es basura, para otro puede ser un verdadero banquete”.
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