¿Para qué sirven los agujeros en los enchufes?
Por Juan Pablo Ojeda
Los usamos todos los días y raramente nos detenemos a analizarlos. Pero si alguna vez miraste con atención un enchufe tipo A —ese con dos patas planas que se usa en países como México, Estados Unidos y Japón— probablemente notaste dos pequeños agujeros en cada terminal metálica. ¿Por qué están ahí? ¿Tienen una función o son mero capricho de diseño?
Lejos de ser decorativos, esos orificios tienen historia, utilidad y una razón técnica detrás que se remonta a los inicios de la electrificación moderna.
Todo comenzó en 1904, cuando el inventor estadounidense Harvey Hubbell II patentó el primer conector desmontable. Antes de eso, los aparatos eléctricos debían conectarse directamente a instalaciones fijas, una práctica poco práctica y peligrosa. La innovación de Hubbell consistía en un enchufe con dos terminales planas, y desde ese momento, la manera en que usamos la electricidad cambió para siempre.
En aquella primera versión, las terminales ya incluían muescas que ayudaban a fijar el enchufe al receptáculo y evitar desconexiones accidentales. Con el tiempo, esas muescas evolucionaron hasta convertirse en los pequeños agujeros circulares que hoy vemos en millones de hogares y oficinas.
Y sí, tienen varias funciones concretas. La principal: asegurar una conexión firme. Algunos contactos eléctricos están diseñados con pequeñas pestañas internas que encajan en esos agujeros, proporcionando más estabilidad y evitando que el enchufe se salga por el simple peso del cable o el movimiento del dispositivo.
Pero también cumplen un papel clave en la fabricación. Durante el proceso de ensamblaje, esos orificios permiten fijar las terminales metálicas mientras se moldea el cuerpo plástico del enchufe, evitando que se deformen o desalineen.
Además, en ciertos entornos industriales o de seguridad, los agujeros pueden usarse para insertar pequeños seguros o candados que bloqueen el uso no autorizado del enchufe. Incluso hay modelos que utilizan los orificios para colocar etiquetas de advertencia, sin interferir con el funcionamiento eléctrico.
Aunque el diseño tipo A es común en América del Norte y algunos países asiáticos, en lugares como Argentina predomina el tipo I, que tiene tres patas en forma de triángulo. ¿Por qué tanta variedad? Porque no existe una estandarización global de enchufes, y cada país desarrolló su propio sistema en función de su infraestructura eléctrica.
Por ejemplo, en América del Norte se usa un voltaje de 120 voltios a 60 hercios, mientras que en Europa y gran parte de América del Sur se emplean voltajes de 220 a 240 voltios a 50 hercios. Por eso, cuando viajamos, necesitamos adaptadores para conectar nuestros dispositivos y no provocar un accidente.
Así que la próxima vez que conectes tu cargador o una lámpara, recuerda que esos diminutos agujeros que parecen intrascendentes son el resultado de más de cien años de evolución tecnológica. Pequeños detalles que, literalmente, mantienen al mundo conectado.
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