
Monreal prende las alertas por el reclutamiento digital del crimen organizado
Por Juan Pablo Ojeda
En medio del bombardeo diario de TikToks con música pegajosa, carros de lujo y fajos de billetes, hay algo más preocupante que la moda o los likes: el crimen organizado está usando las redes sociales como campo de cacería para reclutar jóvenes. Así, sin filtro. Y no lo dice un activista cualquiera, sino el propio Ricardo Monreal, coordinador del Grupo Parlamentario de Morena y presidente de la Jucopo en la Cámara de Diputados.
Durante la tercera edición del seminario “Jóvenes Dialogando por el Segundo Piso de la Transformación”, Monreal soltó la advertencia: hay un fenómeno creciente de desapariciones de adolescentes en varios estados, y muchas están directamente relacionadas con el contenido que circula en redes sociales. ¿El gancho? El viejo truco del poder y la riqueza, pero en formato vertical de 30 segundos: narcos que se muestran como influencers, prometiendo fama, lealtad, armas, relojes caros y vidas de excesos como si fueran metas aspiracionales.
El problema es que eso no se queda en la pantalla. Los cárteles —desde el de Sinaloa hasta el de Jalisco Nueva Generación— están usando esa narrativa seductora para atraer a chavitos, incluso de apenas 10 o 12 años, que apenas están entendiendo el mundo. El resultado: una generación expuesta a ser cooptada por el crimen mucho antes de tener edad para votar.
Y por eso, dice Monreal, no basta con alarmarse: hay que actuar. Parte de esa respuesta viene desde el Congreso, con espacios como este seminario donde 100 jóvenes —seleccionados de entre 900 aspirantes— se capacitan directamente con expertos, políticos y académicos para entender cómo funciona el poder y cómo ejercerlo con ética, con principios, y sobre todo con consciencia social.
No es una escuela para políticos de traje y corbata, sino un laboratorio de ideas donde se vale preguntar, debatir y cuestionar. Aquí no hay libretos ni discursos memorizados. Lo que busca Monreal es formar líderes nuevos, que estén alejados de la superficialidad y el lujo, y más cercanos a sus comunidades, a la realidad, a lo que necesita el país de fondo.
Él lo dice sin rodeos: la clase política actual ya está de salida, “está agotada”. Y alguien tiene que tomar la estafeta. De ahí la urgencia de preparar a jóvenes con criterio, con ganas de servir y no de servirse. Que entiendan que el verdadero poder está en transformar la vida de los demás, no en ostentarlo.
La paradoja es clara: mientras unos usan las redes para jalar a los jóvenes al crimen, otros intentan usarlas como puente hacia la formación política y social. En medio de esa batalla silenciosa, las decisiones que se tomen hoy —en foros, en escuelas, en colonias— pueden marcar si un adolescente termina con una medalla de liderazgo o como una estadística más de desaparición.
Por eso, más allá del seminario, el mensaje es uno: hay que recuperar la narrativa. Volver a hacer atractivo el compromiso, el servicio público, el trabajo por la comunidad. Porque si los criminales están hablando su idioma, la política también tiene que hacerlo. Y rápido.
En estos espacios, quizás hoy hay estudiantes, pero mañana podría haber diputados, alcaldes o líderes comunitarios. Lo importante es que lleguen ahí sin deberle nada al narco, ni a la fama fácil. Solo a sus ideas, a su formación y a sus principios. Porque esa, al final del día, es la transformación que de verdad vale la pena.
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