
Médicos dudan de lesiones del colaborador de Noroña
Por Bruno Cortés
En la política mexicana, a veces las discusiones parlamentarias parecen más ring de box que debate legislativo. La más reciente muestra ocurrió en la Comisión Permanente del Congreso el miércoles 27 de agosto, cuando Alejandro “Alito” Moreno, dirigente nacional del PRI, perdió la compostura en plena tribuna y terminó lanzándose con empujones, gritos y hasta golpes contra Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva. En el jaloneo también resultó afectado Emiliano González, colaborador cercano de Noroña, quien terminó en el suelo entre manotazos y patadas mientras documentaba la sesión con una cámara 360°.
La escena no quedó ahí. Horas después, en conferencia de prensa, Emiliano apareció con collarín, vendajes y un cabestrillo que encendieron las redes sociales. No porque la gente dudara de la agresión, sino porque médicos y usuarios empezaron a señalar inconsistencias en la supuesta atención médica. El doctor Héctor Rossete, muy seguido en redes, ironizó que “ni en las novelas de Televisa” se ven montajes tan evidentes, explicando que el collarín estaba flojo, la muñeca sin férula y el cabestrillo mal puesto. Otros especialistas, como el anestesiólogo Isaac Chávez, apuntaron que si de verdad hubiera una lesión de tercer grado, González no estaría de pie en el Senado, y criticaron que un cabestrillo colgara justo de un cuello que supuestamente estaba lesionado. Incluso hasta la inteligencia artificial fue consultada: un usuario pidió opinión a Grok, que contestó que la combinación de collarín y cabestrillo parecía más un recurso para dramatizar que una medida médica seria.
El asunto se volvió entonces un debate no sólo sobre violencia en el Congreso, sino también sobre el uso político del dolor físico. Mientras unos veían pruebas de una agresión cobarde, otros señalaban un montaje para victimizarse y golpear mediáticamente a la oposición. Lo cierto es que las imágenes corrieron como pólvora y el pleito se convirtió en trending topic.
En medio de la polémica, Morena, PT y PVEM cerraron filas. Respaldaron a Noroña, a González y a la diputada Dolores Padierna, quien también resultó afectada en la trifulca, y responsabilizaron directamente a Alito Moreno y a otros seis priistas de haber orquestado la agresión. Adán Augusto López, presidente de la Junta de Coordinación Política, calificó el episodio como “sin precedentes en la historia legislativa” y anunció medidas legales, además de solicitar protección oficial para Noroña y su equipo tras denunciar amenazas de muerte. Para sustentar su dicho, presentaron videos donde se observa a González siendo pateado en el piso.
En su turno, Noroña negó que aquello fuera producto de un arranque pasajero. Aseguró que fue una emboscada planeada, con insultos directos de Moreno, quien le habría gritado “te voy a matar”. El pleito, en realidad, fue la chispa que encendió un debate de fondo: hasta dónde llega la confrontación política y en qué momento se cruza la línea hacia la violencia física.
La política mexicana siempre ha sido bronca, pero lo de esta semana mostró un nivel de encono poco visto en el Congreso. Entre acusaciones de montaje, denuncias de agresión, llamados a expulsión y hasta diagnósticos médicos en Twitter, la discusión dejó claro que el país no sólo debate leyes: también lidia con la teatralidad y el espectáculo que la clase política monta frente a millones de ciudadanos.
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