
El deshielo antártico devuelve a casa a un explorador perdido en el hielo hace 65 años
El cambio climático está transformando el paisaje de la Antártida a un ritmo acelerado, pero entre las consecuencias más inesperadas de este fenómeno se encuentra el descubrimiento de historias perdidas en el tiempo. En enero de 2025, el retroceso del glaciar Ecología, en la isla Rey Jorge, dejó al descubierto los restos de Dennis “Tink” Bell, un joven explorador británico que desapareció en 1959 tras caer en una grieta durante una expedición científica. Su cuerpo, preservado intacto por décadas de hielo, fue encontrado junto a objetos personales que narran una vida truncada por la adversidad en uno de los entornos más hostiles del planeta.
Un explorador atrapado en el tiempo
Dennis Bell tenía solo 25 años cuando llegó a la Antártida como parte del Falkland Islands Dependencies Survey, un organismo precursor del British Antarctic Survey. Su trabajo como meteorólogo lo obligaba a lanzar globos de medición y enviar informes cada tres horas, incluso en medio de tormentas brutales. Pero más allá de su labor científica, Bell era conocido por su pasión por los perros de trineo, animales esenciales para la supervivencia en aquel territorio implacable. Crió dos camadas de huskies y desarrolló un vínculo casi fraternal con ellos, consciente de que sin esos compañeros peludos, el movimiento en el hielo sería imposible.
El 26 de julio de 1959, durante una expedición rutinaria con su colega Jeff Stokes, Bell decidió avanzar a pie para aliviar el esfuerzo de los perros, hundidos en la nieve profunda. En un instante, el suelo cedió bajo sus pies y cayó en una grieta oculta. Aunque inicialmente logró sujetarse a una cuerda que le lanzaron, el cinturón que lo sostenía se rompió en el momento crítico, enviándolo de nuevo al abismo. Las condiciones extremas hicieron imposible un rescate, y el informe oficial solo pudo confirmar su muerte. Sus pertenencias, prometieron, serían recuperadas si el hielo lo permitía. Pero el glaciar no las liberaría hasta 65 años después.
El explorador británico desaparecido hace 65 años en la Antártica cuyos restos fueron encontrados tras el derretimiento de un glaciar https://t.co/tfS2S3YcaR
— BBC News Mundo (@bbcmundo) August 13, 2025
El largo duelo de una familia
En Londres, la noticia de su muerte llegó en forma de un telegrama frío y escueto. Su hermano David, entonces un joven, tuvo que subir las escaleras de su casa para informar a sus padres. La madre de Dennis nunca superó la pérdida; las fotografías de su hijo se convirtieron en objetos prohibidos, demasiado dolorosos para contemplar. Durante décadas, la familia vivió con la angustia de no tener un cuerpo que enterrar, ni un lugar al que llevar flores.
En 2015, David Bell, ya anciano, participó en un homenaje organizado por el British Antarctic Monument Trust para recordar a los científicos británicos fallecidos en el continente blanco. En un momento conmovedor, el barco en el que viajaba detuvo su marcha frente a la isla Rey Jorge y sonó su sirena en memoria de Dennis. Fue un gesto simbólico, pero para David significó un atisbo de cierre. Nunca imaginó que, una década después, el deshielo traería consigo algo más tangible: los restos de su hermano.
El hallazgo: una historia rescatada del hielo
Fueron científicos polacos de la estación Henryk Arctowski quienes, al inspeccionar el glaciar Ecología, encontraron fragmentos óseos y objetos personales arrastrados por el movimiento del hielo. Entre ellos había una pipa, un reloj de pulsera, utensilios de campaña y restos de equipo militar, todos preservados como cápsulas del tiempo. La identificación de Bell fue confirmada poco después, poniendo fin a una búsqueda que había durado más de medio siglo.
El hallazgo no solo cierra una herida familiar, sino que también arroja luz sobre una era de exploración en la que los hombres como Bell se aventuraban en lo desconocido sin la tecnología que hoy damos por sentada. No había GPS, ni rescates aéreos, ni comunicación instantánea con el mundo exterior. Solo había valor, curiosidad científica y una determinación inquebrantable.
Jeff Stokes, el compañero que presenció la caída de Dennis, falleció semanas antes del descubrimiento, sin saber que su amigo sería finalmente recuperado. Pero David y su hermana Valerie sí tendrán la oportunidad de despedirlo dignamente. Planean enterrarlo en Inglaterra, dando por fin un descanso simbólico a quien quedó atrapado en el hielo tanto tiempo.
«Es maravilloso; ha vuelto a casa», dijo David a la BBC, con una mezcla de alivio y emoción. El glaciar que una vez se tragó a Dennis Bell ahora lo devuelve, como un recordatorio de que incluso en los lugares más remotos, el pasado nunca desaparece del todo. Solo espera, congelado, a ser descubierto.
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