
Gómez Palacio inicia una nueva era con Betzabé Martínez
En Gómez Palacio, la política volvió a vibrar como en los viejos tiempos: con plaza llena, discursos de altura y la promesa de que ahora sí, el cambio se siente en cada latido. Betzabé Martínez Arango tomó protesta como presidenta municipal, y con un estilo directo y emotivo, declaró que “el corazón de la transformación ya empezó a latir”
La ceremonia, más que un acto solemne, fue un ritual colectivo de esperanza. Miles de ciudadanos abarrotaron la sesión de Cabildo, porque —según la nueva alcaldesa— “el pueblo era el invitado especial y más importante”. El escenario no pudo ser más simbólico: autoridades de los tres poderes, militares, empresarios y académicos acompañando a una mujer que insiste en gobernar “desde el corazón”
El primer compromiso de Martínez fue contundente: un combate frontal a la corrupción. Prometió que “cada peso del pueblo será invertido en el pueblo”, frase que arrancó aplausos entre quienes, con justa razón, llevan años viendo cómo el dinero público se diluye en burocracia y bolsillos ajenos. Su mensaje fue claro: transparencia no como eslogan, sino como práctica diaria.
El segundo latido, como lo llamó, fue la inclusión. Con un gesto que trascendió lo político, se dirigió al público también en lenguaje de señas. La ovación fue inmediata: más que un acto simbólico, un recordatorio de que un gobierno que no habla todos los lenguajes está condenado a no escuchar a todos sus ciudadanos. Prometió gobernar en las calles y ejidos, no solo desde el escritorio
El tercer eje fue la mejora de los servicios públicos. “Un Gómez Palacio digno necesita calles limpias, alumbrado que dé seguridad y agua en sus domicilios”, expresó. La frase resonó como un diagnóstico simple pero profundo: la dignidad empieza con un entorno habitable. Y aunque parezca obvio, en México lo obvio suele ser revolucionario
El cuarto compromiso fue el desarrollo económico. La alcaldesa habló de generar oportunidades para jóvenes y mujeres emprendedoras, de impulsar al campo y la industria, y de dejar como herencia la prosperidad compartida. Palabras grandes, sí, pero necesarias en una región donde la desigualdad aún marca la vida cotidiana
El tono de Martínez fue personal y político a la vez. Recordó a su madre, a quien busca honrar desde el cielo, y lanzó un mensaje directo a los funcionarios entrantes: “El buen trato será nuestra principal característica. El que no cumpla con ello, no tendrá lugar en la Administración”. Una advertencia envuelta en cortesía, pero con filo suficiente para incomodar a más de uno
Finalmente, la nueva presidenta municipal cerró con un compromiso que suena a manifiesto: gobernar desde el corazón, priorizando a los más pobres y construyendo un futuro digno. Una promesa que, en un país donde los discursos suelen vaciarse rápido, sonó menos a cliché y más a desafío. Porque si algo dejó claro Betzabé Martínez, es que la política, cuando se hace con convicción, también puede latir
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