No es secreto que el Congreso mexicano puede parecer una jungla: gritos, pancartas, debates ríspidos y momentos donde nadie se pone de acuerdo ni para ordenar el café. Pero, a decir del diputado Sergio Gutiérrez Luna, quien presidió la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados durante el primer año de la LXVI Legislatura, la historia reciente fue otra. Con tono relajado y satisfecho, dijo que logró algo que no siempre se ve en San Lázaro: orden, pluralidad y acuerdos.
En palabras simples, ser presidente de la Mesa Directiva es como ser el árbitro de un partido con 500 jugadores y múltiples reglas cambiantes. Gutiérrez Luna se enfrentó a ese reto y, según él mismo y algunos coordinadores parlamentarios, logró mantener el juego limpio y con final feliz. No es poca cosa en un Congreso donde los desacuerdos suelen ser la norma y no la excepción.
Contó a medios de comunicación que, pese a las tensiones y los debates encendidos, el año legislativo cerró bien. “Todo transcurrió finalmente con normalidad”, dijo, con esa mezcla de alivio y orgullo que tienen los que han navegado tormentas sin que se hunda el barco. Y aunque parezca una obviedad, lograr que las sesiones no se salgan de control es todo un arte político.
Uno de los puntos que más destacó fue que muchas de las leyes y reformas aprobadas fueron por unanimidad, es decir, sin pleitos, sin bloqueos, sin guerra entre partidos. Prometió compartir los números exactos, pero adelantó que hubo muchas coincidencias, incluso con fuerzas de oposición. En tiempos donde todo parece polarizado, eso habla de capacidad de diálogo y negociación.
También reconoció el papel de Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política (la “cocina” donde se negocian los grandes acuerdos del Congreso), señalando que su oficio político fue clave para que las cosas caminaran. Porque en política, como en el rock, no solo se trata de saber tocar bien, sino de saber cuándo bajar el volumen para que todos suenen.
Gutiérrez Luna no se fue sin agradecer a diputadas y diputados de todos los partidos. Y eso dice mucho del clima que logró construir: un piso parejo donde nadie sintiera que le estaban jugando chueco. En sus propias palabras: “la conducción fue justa, equitativa y plural”, algo que valoraron los coordinadores al cierre del periodo extraordinario.
Y es que la política también se trata de eso: de saber moderar el ruido, canalizar el desacuerdo y encontrar el punto medio. Si Sergio Gutiérrez Luna lo logró en este primer año de la Legislatura, al menos en su evaluación personal y la de sus pares, el Congreso funcionó como debía: caótico, sí, pero productivo y democrático.
En tiempos donde la ciudadanía mira con escepticismo al poder legislativo, estos ejercicios de orden, diálogo y respeto entre fuerzas políticas no solo deben reconocerse, sino exigirse como norma y no como excepción. Porque al final, de eso se trata hacer política pública: de que el debate no se quede en pleito, sino en resultados concretos para quienes están fuera del pleno, en la calle, esperando que algo cambie.
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