En el Congreso muchas veces se habla en términos técnicos, se legisla en papel, pero pocas veces se aterriza lo que eso significa en la calle, en la vida diaria. La diputada Evangelina Moreno Guerra, de Morena, es de las que intenta ponerle rostro y realidad a lo que se discute en San Lázaro. Representante de Tijuana, zona caliente por ser punto neurálgico de migración, comercio y contrastes sociales, hizo un recuento de los avances, broncas y pendientes que su distrito y el país enfrentan.
Con la llegada de la LXVI Legislatura, Evangelina dice que hay logros en desarrollo social —de esos que se notan en el bolsillo o en la cocina—, pero reconoce que los problemas duros vienen con fuerza: seguridad, ciberseguridad y el fenómeno migratorio en la frontera norte. Desde ya se están organizando reuniones previas al arranque formal del siguiente periodo ordinario de sesiones para revisar leyes secundarias clave, esas que dan “dientes” reales a las reformas grandes.
Cuando le preguntaron sobre la tensa relación con Estados Unidos, aranceles, redadas migratorias y fronteras cerradas a ratos, fue clara: “hay que fortalecer a México, por si nuestros paisanos deciden regresar”. Incluso compartió que ve a muchos mexicanos regresar voluntariamente porque allá también la chamba escasea. De ese tamaño es el cambio.
Trajo a colación la canalización del río Tijuana, una obra polémica del exgobernador Jaime Bonilla, que desplazó a cientos de migrantes que vivían en condiciones precarias. El efecto colateral fue inmediato: empezaron a llegar a zonas habitacionales, y eso provocó alarma entre los vecinos. Evangelina fue honesta: “yo misma temí que fuera a ser un problema”. Y no es para menos: la crisis migrante no se resuelve con cemento, sino con política pública pensada a largo plazo.
Pero no todo fue negativo. Aseguró que muchos migrantes, como los haitianos, se han incorporado a la vida laboral, poniendo negocios de comida y entrando a la informalidad productiva. Otros incluso participan en obras públicas como el viaducto del aeropuerto a Playas de Tijuana. Sin embargo, también reconoció que hay saturación en servicios básicos como agua, luz y vivienda. La población crece a ritmo de hectárea y media por día, y eso no hay planeación urbana que aguante si no se invierte bien.
En movilidad urbana habló de obras clave: el viaducto, un posible teleférico (sí, un teleférico en Tijuana) y el cruce médico, pensado para agilizar el tránsito de pacientes del turismo de salud, algo que deja buena lana al municipio. Pero todos estos proyectos requieren algo más que buena voluntad: presupuesto federal y coordinación.
En seguridad, relató un hecho fuerte: el asesinato de un joven con discapacidad justo frente a su módulo de atención. Eso, dijo, refleja la urgencia de más policías, pero también de una ciudadanía más activa. Su propuesta: que los vecinos se conviertan en “espías sociales” que identifiquen a los actores delictivos en las colonias. Polémico, sí. Pero refleja la desesperación por recuperar la seguridad.
En lo político, fue directa: rechaza a los “chapulines” que brincan de partido en partido sin ideología real. “El partido es nuestra casa, y nosotros decidimos quién entra”, dijo. Y respaldó la revocación de mandato, no solo como un derecho del pueblo, sino como un recordatorio a los políticos de que el poder no es para siempre.
También habló de la polémica por el retiro de visa a la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar. Aclaró que no hay acusación formal, pero reconoció que las autoridades migratorias de Estados Unidos pueden cancelar visados por cosas tan mínimas como contradicciones verbales. Para quienes viven en la frontera, eso es una pesadilla constante. “Tener la puerta abierta es básico para los fronterizos”, sentenció.
Al final, Evangelina dejó claro que su trabajo como diputada nace del territorio, de lo que escucha en su distrito. Dice que cabildea, que insiste, aunque a veces el proceso legislativo se sienta más lento que el tráfico en la garita.
Porque hablar de leyes no es solo debatir en lo abstracto. Es ver cómo resolver que en Tijuana haya agua, chamba, vivienda, y que no dé miedo que tus hijos salgan a la calle. Es eso o seguir parchando una ciudad que crece más rápido de lo que la política alcanza.
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