
El trabajo digno también es cosa de mujeres
Por Bruno Cortés
¿Qué pasaría si un día, todas las mujeres de México decidieran parar? ¿Si dejaran de cuidar, de limpiar, de trabajar, de sostener esa parte de la economía que muchas veces ni siquiera es reconocida? La respuesta no es exagerada: el país entero se tambalearía. Y eso quedó claro en el Encuentro Nacional de Mujeres Sindicalistas, donde más de un centenar de voces se alzaron, no solo para denunciar las condiciones desiguales que enfrentan en el mundo laboral, sino también para proponer cómo cambiar esa realidad.
Este encuentro, celebrado en el Congreso mexicano, fue algo más que discursos: fue un espacio para dejar en claro que las mujeres no solo participan en la economía, sino que la sostienen. Como bien dijo la diputada Maiella Gómez Maldonado, este no fue un ejercicio simbólico: las ideas, reclamos y propuestas que se escucharon ahí van a convertirse en trabajo legislativo, en una mesa de reforma laboral con enfoque de género.
Y no es para menos. Los números duelen, y más cuando se habla de millones de mujeres que trabajan sin contrato, sin prestaciones, sin seguro social. El 55% de las mujeres en México trabaja en la informalidad, según lo expuesto por la diputada Anais Miriam Burgos (Morena). Y aunque esta participación sostiene sectores enteros de la economía, muchas veces es invisible.
Además, aunque las mujeres trabajan más horas en total (entre trabajo remunerado y no remunerado), siguen ganando menos. De hecho, ganan en promedio 15% menos que los hombres por hacer lo mismo, señaló la diputada Celia Esther Fonseca Galicia (PVEM). Y a eso súmenle el “turno extra”: cuidar hijos, atender la casa, cuidar adultos mayores. Lo hacen gratis, sin horarios y sin prestaciones.
Pero no solo se trató de poner cifras sobre la mesa. También hubo propuestas concretas. Una de las más aplaudidas: reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, una medida que el Congreso ya discute y que podría beneficiar especialmente a las mujeres que necesitan equilibrar trabajo y vida personal. Esta iniciativa, impulsada desde el Ejecutivo Federal y respaldada por varias diputadas, responde a una realidad insostenible: muchas mujeres trabajan más de lo que pueden manejar y aún así no llegan a fin de mes.
Las mesas de trabajo del encuentro fueron un mapa completo de los problemas y también de las posibles soluciones. Se habló de la urgencia de tener un sistema nacional de cuidados, porque si no se reparten las tareas del hogar, nunca habrá igualdad real. Se discutió sobre capacitación tecnológica, porque no basta con que las mujeres entren al mercado laboral, también tienen que poder competir en el nuevo mundo digital.
También hubo espacio para hablar de algo que históricamente ha sido excluyente: el sindicalismo. Varios liderazgos femeninos, como Nayeli Fernández Bobadilla del Sindicato del IMSS, propusieron cambios profundos para lograr que los sindicatos sean realmente inclusivos, con cuotas de género, observatorios sindicales de mujeres y escuelas de liderazgo.
Una y otra vez, las participantes insistieron en algo: el trabajo digno no es un favor, es un derecho. Como dijo con contundencia la diputada Ana Karina Rojo Pimentel (PT): “Las mujeres no somos un grupo vulnerable, somos la mitad de la población. Sin nosotras, no hay transformación posible”.
Por supuesto, también se tocaron temas más técnicos: cómo incluir a más mujeres en la economía digital, cómo conectarlas con la educación necesaria, cómo asegurar su presencia en puestos directivos. La senadora Yeidckol Polevnsky no se guardó nada al decir que la inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa si se pone al servicio del empoderamiento femenino.
Pero al final del día, la conclusión fue clara y colectiva: la igualdad no se da sola, se construye con organización, con reformas, con voluntad política y con trabajo constante. Y este encuentro fue un paso firme hacia esa construcción.
Así que, ¿qué sigue? Pues lo que debería seguir siempre en política: escuchar, legislar y transformar. Las mujeres ya hablaron. Ahora le toca al Congreso responder, no con palabras, sino con leyes que hagan del trabajo digno una realidad para todas.
Porque, como bien lo dijeron en voz alta muchas de ellas: «Cuando las mujeres avanzan, el país entero se transforma». Y ya es hora.
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